sábado, 20 diciembre, 2025
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Martín Kohan: La chatura aplastante de Milei hace recordar a la mediocridad de Videla

Martín Kohan señaló que, aun cuando “ética y políticamente estamos obligados a salvar las distancias” entre una dictadura y un gobierno democrático, existen resonancias que no pueden ser ignoradas. En Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), al reflexionar sobre el presente, el escritor se refirió a “un paisaje de chatura”, un “efecto de aplastamiento” que asocia con la “mediocridad, esa condición gris” que Hannah Arendt definió como la banalidad del mal. En ese marco, explicó que hoy no solo está en juego la memoria histórica, sino también la calidad misma del intercambio democrático

Martín Kohan es escritor, crítico literario, ensayista y académico, considerado una de las figuras centrales de la literatura contemporánea en español. Es doctor en Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde también se desempeña como docente. Ha publicado novelas, entre las que se destacan Dos veces junio (2002), Segundos afuera (2005), Bahía Blanca (2012) y Confesión (2020). Además, es un reconocido seguidor del Club Atlético Boca Juniors, temática que ha integrado en sus escritos, como en su libro de 2023 Desde la Boca.

Además tenemos el honor de contarlo como columnista en una sección que se llama Escritores, todos los sábados en el diario Perfil en papel, que es un fenómeno muy curioso y que quizás nos habla bastante de lo que está pasando hoy de una manera más directa que leyendo los diarios, que tiene que ver con una película donde se encontraron archivos del viejo Canal 9 de la época de la dictadura, y que se convirtieron en una especie de documental a partir de textos de Martín Kohan, que me gustaría que él mismo explique, esa interacción entre unos textos previos y unas imágenes previas, que cada uno estaban por su lado y luego se fusionan.

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La película LS83 la puedo recomendar y elogiar enfáticamente porque mi parte es menor y es lateral. Todo el mérito es de Herman Szwarcbart , que es su director. Efectivamente, encontraron cantidad de latas de archivo del viejo noticiero de Canal 9. El período es 73-83. Eso estuvo a punto de tirarse y de perderse, como pasa a menudo con la memoria en la Argentina y con los archivos materiales objetivos en la Argentina, pero se recuperó. El Museo del Cine colaboró, se recuperó gran parte de ese material, en el sentido ya de digitalizarlo. Y el trabajo de Herman Szwarcbart fue ni más ni menos que concebir esta película, de la que tengo el gusto de que me haya tocado una parte. Lo que hizo es elaborar este documental, LS 83. Se está dando en el Malba los domingos a las seis de la tarde y se llena todos los domingos.

A mí me tocó ver el primer domingo y estaba en la última fila y miraba las reacciones de la gente que no había vivido esa etapa, que es el período en el que tuvimos la última dictadura, la mayor dictadura más dramática de la historia de la Argentina. Entonces narra una historia de los años 70 y 80 que para la mayoría de la audiencia es absolutamente historia, no tiene ningún testimonio personal. Vos sí ahí aportás, como niño, tu propio testimonio personal, el testimonio de un niño; pero yo lo que percibí era la sorpresa. A mí, que me tocó conocer la última dictadura militar, no me resultaba sorpresivo; sí me resultaba absolutamente útil refrescarlo, verlo, volver a percibir de manera viva, que eso tiene el cine, que es como que lo estás viendo nuevamente: la banalidad del mal, la mediocridad, la impotencia convertida en potencia. Pero veía cómo reaccionaba el público, era muy útil para la audiencia. Creo que se tendría que pasar en la televisión pública y creo que se tendría que pasar en los colegios, porque al mismo tiempo tiene un elemento didáctico fundamental.

La película es notable y el trabajo de Herman Szwarcbart es notable. Lo que hizo, y la parte que felizmente para mí me toca, es que él da con un libro que yo había escrito tiempo antes, Me acuerdo, y lo que él advirtió me permitió a mí mismo entender todavía más y mejor lo que yo mismo había hecho al escribir un libro como Me acuerdo, que hay una consonancia entre la escritura de ese libro, que fue algo independiente, y la película que él estaba tramando. Probó combinar una cosa con la otra y resultó, porque la escritura de Me acuerdo, que yo no hago más que una recapitulación memorística personal, está hecha de archivo y montaje, lo que uno hace incluso con los propios recuerdos.

Es trabajarlos como quien trabaja un archivo, no exactamente una autobiografía propia: la memoria como archivo personal y después un trabajo de montaje más que de articulación narrativa. Y Herman Szwarcbart lo que advierte es que eso que él estaba haciendo con el archivo de Canal 9, entraba en consonancia con el libro. Me convocó para que algunos de los textos que integran el libro, él los elige, y me convocó para que yo los leyera y eso formara parte de la película, que creo que toca efectivamente también por el tipo de materiales que hay en ese archivo y lo que era, y lo que puede ser hoy, la cobertura de un noticiero, que era un bloque, la ceremonia oficial con el presidente de la República, el dictador, y, a continuación, lo que se llamaba o llama nota de color, que era un móvil en la puerta de una escuela, preguntando primer día de clases, entrevistando a los chicos: a qué grado entrás, cuál es la materia que más te gusta.

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Y me parece que este es uno de los aspectos de la película, que es también dar cuenta de cómo se tramaba el poder y el terror y el transcurso de la vida cotidiana. Ya sea para considerar de qué manera los dispositivos de terror del aparato del Estado traspasaban hacia la vida cotidiana o de qué modo, en el mundo de la vida social, cada cual se las arreglaba para seguir viviendo pese a todo. Y ahí, más que una prolongación, una procesión del terror y del poder, puede arrastrar pequeñas formas de resistencia. Y creo que esas distintas modulaciones pueden estar en la película.

¿Cuánto hay de eso hoy? O sea, salvando las distancias. A mí, por ejemplo, me resonaba todo el tiempo. Esa idea de la superpotencia que mostraba el personaje que ejercía el máximo poder y que en realidad era un impotente, esa banalidad del mal, una irresponsabilidad personal con las consecuencias de los actos que toma desde el poder. ¿Te rimó a vos también con este presente?

Sí. Ética y políticamente estamos obligados a salvar las distancias, en el sentido de no omitir la distancia que necesariamente va a existir siempre entre un gobierno dictatorial, aunque eso habilita también a interrogar qué grado de adhesión tuvo el golpe y, en cierta zona de transcurso de esa misma dictadura, qué grado de adhesión social tuvo, pero la diferencia de grado imposible de omitir entre un gobierno de imposición dictatorial y un gobierno democráticamente elegido. A la vez, la elección democrática de un gobierno como el actual nos devuelve la pregunta de qué elegimos y por qué, o qué reelegimos o qué ratificamos y por qué.

Hecha esta distinción y salvadas estas distancias, yo creo que hay una cierta resonancia en un paisaje de chatura, si los méritos y las ventajas que la chatura puede tener, porque grandes ensayistas como Martínez Estrada, o antes aún Sarmiento, sacaron grandes cosas de la pampa. Ni siquiera la llanura: la falta, el efecto de aplastamiento de la chatura, que yo creo que se ve en algunos casos en la película, con un grado distinto, entre la figuración frecuente que tiene Videla, porque la tenía en el noticiero de Canal 9, que es que la distribución entre las fuerzas militares de los canales: al 9 le correspondía el Ejército.

Por eso, más allá de que en la Junta era el presidente, Videla, el Ejército. Estamos haciendo una especie de disquisición al interior de la galería del terror y del horror, pero en el momento en que aparece Massera, su nivel de expresión y de elaboración es distinto al de Videla. E incluso, sin explicitar, hace una referencia, esto lo aprendí en Rosario, en el cine El Cairo de Rosario, alguien dijo que a lo que alude Massera es Miguel Hernández. Reconoce la cita, que Massera no es explícita.

Es decir que Videla aún era un personaje más insignificante. Es Hannah Arendt viendo la banalidad, un burócrata absolutamente desconectado de la realidad, sin tener conciencia de las consecuencias que tenían sus actos. Pinochet: que uno ve a un dictador terrible, horrible, pero eficaz en la consecución de sus objetivos, aunque sea para el mal.

Hay un gran ensayista chileno, Juan Cristóbal Peña, que escribió un libro extraordinario sobre las ínfulas intelectuales de Pinochet y las ínfulas literarias de Pinochet, y el libro de su autoría y lo mucho que a él le preocupaba el reconocimiento de ese libro que había escrito. En cuanto a Hannah Arendt, me parece fundamental discernir, porque le tocó a ella misma, en aquel momento, establecer que en ese análisis que ella propone no hay nada del orden de matizar, disminuir o atemperar el nivel del daño o el sentido de lo terrorífico de la figura. No se trata ni de relativizar ni de justificar, explicar ni de moderar: se trata de intentar entender los distintos eslabones de los dispositivos del terror, cómo funciona, cómo es que el terror funciona.

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Y hay una parte que efectivamente tiene que ver con una administración gris. Hay algo diferente: Videla se posiciona en el lugar del que toma las decisiones, incluso cuando no es estrictamente el que las toma: es el que las autoriza cuando se las acercan, es el que las valida, y con su fuertísimo sentido de la jerarquía militar se hace efectivamente responsable de las decisiones. Ahora, en el desarrollo de esa posición de poder, efectivamente lo grisáceo y lo mediocre es más.

Rastreando formas de resistencia, en distintos niveles y con distintas modulaciones, pero también pensando en registros de estas micro resistencias en el mundo de lo cotidiano, me había acordado de este juego de decirle la Pantera Rosa y cotejarlo con la Pantera Rosa, tengo entendido que fue el propio Massera el que impulsó eso, al menos hay una en ese sentido.

Lo que sí te puedo decir es mi propia experiencia en esa época, y claramente el Ejército, en su mayoría, no le respondía. Y de hecho, Suárez Mason, Bussi, el de Córdoba, Menéndez, la suma de cada uno de estos comandantes en jefe tenía más poder que él. Él no manejaba a los comandantes y de hecho eran los duros al lado de él. Lo que pasa es que resulta tan políticamente incorrecto hablar de blandura en esa circunstancia. Pero bueno, puesto en el contexto de la galería del horror, había unos peores.

Al mismo tiempo, el asunto es escrutar la figura de Eichmann y decir: esperábamos un monstruo, o dice ella, yo misma esperaba que la figura del criminal fuera monstruosa. El criminal es monstruoso, pero lo que se habilita es poder pensar la eficacia y la función de esa dimensión medio administrativa, que hay una dimensión que transcurre, se resuelve y se legitima: la mediocridad administrativa del burócrata, del que administra la muerte como quien administra cualquier otra cosa. Y que ahí hay una de las claves para tratar de entender, ante hechos históricos como estos que estamos enumerando, una de las preguntas clave en estos casos, que es ya no solamente establecer qué pasó, sino indagar en cómo fue posible que pasara.

¿Creés que la vida tiene un orden o que es caos?

Yo diría: apenas querés establecer un orden, se desordena; y apenas querés liberarla al caos, encontrás líneas de lógicas de continuidad o de articulación. Entonces es esta dinámica de figuras que se ordenan y se desordenan, se establecen y se alteran.

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