La abstención no es una ausencia. Es una forma de hablar sin hablar. Este miércoles por la tarde, cuando se discutía en la Cámara de Diputados la suba para los haberes jubilatorios, varios legisladores del PRO optaron por ese recurso silencioso. Entre ellos, María Eugenia Vidal y Silvia Lospennato. No fue casual. Tampoco fue neutral.
Ese gesto, que se leyó en la Casa Rosada como una traición, fue interpretado por Javier Milei como una provocación directa. El Presidente, que administra su liderazgo con la misma lógica de las redes sociales, respondió como suele hacerlo: con un tuit. En realidad, con varios.
La cuenta @traductor —una suerte de altavoz extraoficial del oficialismo libertario— escribió: “URGENTE | LA DIPUTADA DEL PRO SILVIA LOSPENNATO SE PENSÓ QUE ÉSTAS ERAN LAS ELECCIONES PARA LEGISLADORES DE CABA Y SE ABSTUVO DE VOTAR. OTRA VEZ…”. Milei, sin agregar palabra, hizo lo que hace un Presidente cuando no puede ignorar: reposteó.
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Silvia Lospennato, pieza clave en el dispositivo parlamentario de Mauricio Macri, ya había sido apuntada durante la campaña porteña. En aquella oportunidad, el oficialismo le endosó todos los males de la política tradicional. Sin embargo, tras la elección, Mauricio Macri intentó recomponer. Levantó el teléfono, como en los viejos tiempos, y llamó al Presidente para felicitarlo por el desempeño de Manuel Adorni en la ciudad.
El gesto fue leído como un posible acercamiento. Una tregua. Pero en la política argentina las paces duran lo que dura el cálculo. Y en el tablero de Macri, la moderación también es una táctica.
El miércoles, al abstenerse de rechazar el aumento a los jubilados, el PRO dejó en claro que no está dispuesto a regalarle al oficialismo una victoria simbólica. Fue una advertencia: si Milei quiere gobernar sin ellos, deberá hacerlo solo. O mejor dicho, con sus 38 diputados.
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Este jueves, ya sin intermediarios, Milei escribió desde su cuenta personal: “LA POLÍTICA HACIENDO POLÍTICA. La primera ley de la economía es la escasez: no hay de todo para todos. A su vez, la primera ley de la política es: ignorar la primera ley de la economía…”.
No era sólo un razonamiento sobre la teoría económica. Era, como casi todo en Milei, una descarga emocional. Una reacción a lo que percibe como una conjura permanente del “círculo rojo”. En este caso, encarnado en Lospennato. La diputada, que alguna vez supo moverse con cintura entre halcones y palomas, fue convertida en símbolo del cinismo político.
No es la primera vez. En otra votación similar, Lospennato directamente se ausentó. Luego respaldó el veto presidencial. Esta vez eligió la abstención. Un matiz que, en el lenguaje parlamentario, tiene nombre propio: Macri.
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El tablero bonaerense y la sombra de CABA
Mientras Milei descarga su furia tuitera, en la provincia de Buenos Aires se juega una partida más silenciosa, pero acaso más decisiva. Cristian Ritondo y Diego Santilli —armadores del PRO en el territorio bonaerense— se desviven por construir una ingeniería electoral con La Libertad Avanza. No quieren repetir la debacle de la Ciudad, donde el partido amarillo fue barrido por el huracán libertario.
Sin embargo, la alianza es tensa, frágil. Ritondo, Santilli y compañía saben que una foto con Milei podría costarles caro en ciertos sectores. Pero también saben que sin esa foto, el PRO puede desaparecer del radar bonaerense.
En ese contexto, la abstención de Lospennato no fue una casualidad parlamentaria. Fue una señal. Un mensaje cifrado: el macrismo no se entrega. Al menos, no todavía. Al menos, no del todo.
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Javier Milei construyó su liderazgo sobre la lógica de la confrontación. Elige enemigos, los señala, los combate. Pero en ese esquema, el PRO se convirtió en un adversario impredecible. No pelea. No responde. Se abstiene.
Y esa abstención, que no impide ni promueve, es tal vez la forma más sofisticada de resistencia. Una resistencia que, en tiempos de política estridente, puede resultar insoportable.
Macri, que no tiene cargos, pero sí territorio, sigue jugando. Y como en el ajedrez, a veces las piezas más valiosas son las que no se mueven.
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