«El jefe del movimiento es el que tiene política. El peronismo lo va a conducir el que provoque una regeneración y reflexión de lo que nos sucedió. Alberto Fernández no puede presidir el PJ, que pida licencia o renuncie». La frase sale de la boca de un dirigente del peronismo bonaerense que reclama que la fuerza que determinó la política en los últimos 20 años de la Argentina no demore más un debate que le dé opción de regresar, alguna vez, al poder.
Y de paso, que el último presidente del justicialismo se corra de la conducción partidaria a la que accedió cuando Alberto asomaba como un dirigente más parecido al demócrata Raúl Alfonsín que al resbaladizo Fernando de la Rúa.
La fuerza derrotada en las últimas elecciones presidenciales comienza lentamente a abordar esa discusión con múltiples actores, la mayoría de ellos, desgastados y sin crédito ante la sociedad: dos ex presidentes (Cristina Kirchner y Alberto F.), un ex ministro de Economía que fue su último candidato presidencial; varios gobernadores (con uno que saltó el cerco como el tucumano Osvaldo Jaldo) más los intendentes bonaerenses y una central sindical (la CGT) con más ruidos internos que cohesión para enfrentar lo que representan como un ajuste salvaje puesto en marcha por el presidente Javier Gerardo Milei.
Como contó Clarín, Cristina Elisabet Kirchner está instalada en su búnker político, el Instituto Patria, en un añejo petit hotel en el barrio de Congreso. Allí, recibe permanentemente a sus allegados, acompañada habitualmente de su hijo, el diputado nacional Máximo. Los más habituales son Axel Kicillof y Mayra Mendoza: el gobernador es el preferido o elegido de la ex Presidenta y la intendenta de Quilmes gana metros para una discusión bonaerense.
Es que Kicillof ya no tendrá reelección como gobernador y para muchos en el peronismo, es natural que sea el sucesor para la próxima pelea presidencial. Por eso mismo, el mandatario bonaerense no deja de confrontar con las políticas económicas del Gobierno nacional, al que acusa de desfinanciar a «los bonaerenses». Por eso, el economista de la UBA instalado en La Plata armó ya su esquema político: su Gabinete tiene espadas para la discusión política por venir.
Primero cuenta con el re-empoderado Carlos «Carli» Bianco, quien había retrocedido casilleros dos años atrás, en detrimento del esquema de Martín Insaurralde con Máximo Kirchner. La derrota electoral de 2023 más el «Chocolate Gate» sacaron de juego al ex marido de Jesica Wanda Cirio, y Bianco volvió a ser su vocero público y a recuperar el manejo de la administración provincial.
A él se suman dos jugadores con oficio peronista: el ex intendente de San Martín, Gabriel Katopodis, quien pasó del manejo de la obra pública nacional a la bonaerense y, a ser también, un vocero de condena al «ajuste» mileísta y de ser voz de que el peronismo debe volver a la militancia.
Y además se suma a ese elenco (con fuerte presencia en los casilleros de gobierno) el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, quien renunció a la comisión directiva del Instituto Patria, alejado del cristinismo, enemistado con Máximo y un cultor público de que es necesaria una profunda autocrítica de los últimos años del peronismo.
Una espada más en la armada kicillofista es Andrés «Cuervo» Larroque, ratificado como ministro social provincial y quien dejó el año pasado de ser miembro de La Cámpora y creó su propia agrupación «La Patria es el otro», también fuertemente diferenciado del hijo de Cristina.
Avanzada contra Máximo
En el peronismo bonaerense ya aparecen voces que se animan a plantearle a Máximo que debe encarar un proceso de renovación de políticas y de cuadros dirigentes: «Haciendo lo mismo que hasta ahora, seguiremos perdiendo como lo hicimos en la mayoría de las elecciones de 2009 para acá», rezonga un intendente que pretende que el peronismo de deskirchnerice definitivamente.
Pero también varios están molestos con no tener lugar con Kicillof y señalan que los intendentes bonaerenses con perfil y juego propio, hoy no tienen lugar en el Gabinete: alcaldes como Mariano Cascallares (Brown), Ariel Sujarchuk (Escobar) o Gustavo Menéndez (Merlo) no son consultados por el mandatario. Y sí están allí con representación política otros como el matancero Fernando Espinoza (padrino de la llegada de Silvina Batakis a un ministerio) y el ya mencionado avellanedense Ferraresi.
Gobernadores en el juego nacional
Volviendo al juego nacional, el gobernador riojano Ricardo Quintela quiere jugar en el PJ nacional (otro de los que pide la salida partidaria de Alberto F.) y por eso, se lo ve cerca de Kicillof criticando a Milei y los suyos.
Luego aparece Sergio Tomás Massa quien hace trascender que mantiene reuniones de equipo técnico con allegados suyos como Guillermo Michel (metido en la política de Entre Ríos) y espera la salida de un libro autobiográfico…
De todos modos, en el inicio de la discusión política del peronismo, el temor a subir el perfil de varios (como Cristina o Massa) tiene que ver con no aparecer emparentados con intentos desestabilizadores.
Las imágenes de Máximo y otros diputados nacionales (el último jueves) marchando con la izquierda en la Plaza de los Dos Congresos no parece congruente con una opción política que la mayoría de la sociedad considere prudente y respetuosa del mandato popular que Milei recibió hace poco más de 50 días.
«No podemos aparecer como los verdugos de algo que va a pasar. Si el proyecto Milei no funciona, no podemos aparecer como los responsables. Si sale mal este experimento, la sociedad debe tener claro que fue por la inexperiencia e impericia del libertario y no, de alguna movida sublevatoria del peronismo», explica un consultor escuchado tanto por el cristinismo como por el ex ministro Massa.
Fuera de eso, no aparecen en lo que fue el esquema del Frente de Todos o Unión por la Patria, dirigentes con fuste para una discusión por la sucesión. No hay diputados o senadores nacionales que puedan calificar para la discusión grande; pero algunos señalan que a Néstor Kirchner nadie lo vio venir y que puede ahora suceder lo mismo.
Asoma Llaryora
Solo el cordobés Martín Llaryora asoma por afuera de lo que contuvo el kirchnerismo desde 2003. El mediterráneo no dejó estas últimas semanas de jugar fuerte para ser el gobernador que más le sacara a la gestión Milei para sostener a las provincias, empecinado en que el Impuesto País destine el 30% de su recaudación en fondos para coparticipar.
Llaryora seguirá con alto perfil para posicionarse, más allá de que deberá afrontar serias dificultades en su provincia con la situación económica y con sectores productivos que no sienten que, hasta ahora, el nuevo gobierno nacional les haya aflojado la soga del cuello a esos actores.
Para muchos, en estos días, de debate parlamentario, el ahora diputado nacional Miguel Ángel Pichetto es el único que dice las cosas que hay que decir. Y algunos, no dejan de pensar en que el duro dirigente nacido en Banfield ordene al peronismo no K desde afuera. Si le resultara, el mercado de pases podría abrirse, de acuerdo a cómo resulte el experimento de gobierno de Milei.